El Centurión P9- Titanomaquia I

El Leviatán está desenfrenado, sus movimientos encolerizados levantan las aguas del mar de Estigia creando ciclones y grandes olas. Es evidente el inicio de la guerra, el barquero Caronte así lo profetiza mientras traslada espíritus al otro lado del rio. Al rugido del mar se le suma el vibrar de la tierra por la marcha de los cientos de legiones de demonios, que danzando rinden un tributo a la guerra bajo la estrépita melodía de los cuernos sonoros. Todos se dirigen a la compañía de los 12 Titanes recién liberados.

En la superficie de la tierra donde la minúscula capa que sostiene a los humanos envejece, los pasos de las legiones se transmiten como temblores que anuncian el inicio de un gran evento, el sumo sacerdote y sus fieles así lo celebran dejando ver claramente el verdadero rostro del terror porque ya no ocultan que están poseídos, muestran al verdadero ser endemoniado mientras sacrifican a personas degolladas. Solamente para el resto de los humanos el movimiento telúrico es un evento natural.

En la montaña más alta del Volcanal se encuentran los Dioses que deben detener la insurrección de los Titanes y a la liga vituperable de Demonios.

– ¡Estamos a tus ordenes Plutón!

Con una pequeña reverencia los hermanos entregan el apoyo incondicional al Dios del inframundo.

-¡Esta insubordinación de los Demonios no será perdonada! – Continúa Neptuno golpeando las rocas con el tridente.

-Aun así, hermanos míos, estamos en desventaja numérica- Interfiere el Dios de la técnica y por detrás le responde la voz de Minerva que comienza a levantarse desde la cama de lava.

-¿No estas contando conmigo Vulcano?

-Jamás cometería esa imprudencia contra tu hegemonía. – responde Vulcano bajo la mirada de los otros Dioses y de Nonio- Solamente considero que esta cuantía hostil alargará esta guerra por varios años más.

-¿Desde cuando te limita el tiempo hermano? – Pregunta el Dios de la guerra.

-No es el tiempo lo que aqueja a Vulcano- Interfiere Venus- Debemos compadecer la vida humana. Recuerda Marte, que un soplido de un Dios en el inframundo es un huracán en el reino humano.

-Somos preservadores de la vida y el equilibrio, la muerte en cadena de todos los humanos, significan millones de almas en el inframundo. Volvería el Caos del inicio de los tiempos. – Termina de hablar la Diosa Diana.

-¡Yo creo adivinar, necesitamos la ayuda de otros Titanes! – Entra a la conversación el sonriente Apolo.

-¡Ellos también son nuestros enemigos! – Grita enojado Marte y en ese momento interfiere Plutón.

-Adivinaste bien Apolo. Los cíclopes y los hecatónquiros adeudan una venganza contra sus hermanos Titanes. Es muy probable que se nos unan en esta guerra.

-¿Quién los convencerá? – Pregunta la Diosa Venus esperando una respuesta que ni el Dios Apolo puede adivinar.

-Si nuestro hermano Júpiter estuviera con nosotros sabría guiarnos. – Se lamenta Vesta mientras levanta su antorcha para fulgurar una gran llama de fuego eterno que puede ser vista hasta en los confines del inframundo, informando que los Olímpicos están listos para la guerra.

Mientras tanto en el Tártaro, la cúpula ya era una prisión abierta que dejaba salir a los Titanes uno a uno clamando venganza. El primero en saltar fuera del encierro fue el Titán Hiperión que con un palmoteo iluminó con su luz más allá del Tártaro, respondiendo a la señal de guerra de la Diosa Vesta. Le sigue su hermana y esposa Tea, la Titánide de la vista que inmediatamente miró a su alrededor e informó que los Dioses están en desventaja numérica. Luego salta a la libertad el Titán Océano que después del grito ensordecedor libera al Leviatán al mar de los humanos, seguido y detrás aparece la Titánide Tía que mientras silva llama a todas las ninfas del mar y los ríos del inframundo. A su lado llega Crio, el Titán de las constelaciones, luego la Titánide Temis que con sólo un pestañar puede quitar mil vidas. También se une Jápeto, el Titán más rápido de todos, luego Ceos el inteligente y su hermana y esposa Febe con su sabiduría. Aparece lentamente la belleza de Mnemósine, madre de las musas, y detrás de ella la Titánide Rea, hermana y esposa de Cronos. Esta última se inclina a los pies de su libertador y se disculpa.

– ¡Perdóname, hermano! ¡Perdóname, esposo!

Cronos levanta a la Titánide y la abraza, luego la besa en la frente y la empuja hacia atrás para que inmediatamente Hiperión le provoque una ceguera con un destello de luz, siendo incapaz de resistirse a la rapidez de Jápeto quien la devuelve a la cúpula y la encierra nuevamente.

-Contigo fuera de esta guerra, la profecía de Urano pierde validez. – Habla Cronos mientras cierra los candados uno por uno.

-Las probabilidades de ganar han aumentado hermano- Le dice Febe.

-Tenemos todo de nuestra parte para salir victoriosos- responde Cronos- los olímpicos están sin su salvador.

-¿Qué pasó con Júpiter? – Pregunta Temis.

-Engañarme para que regurgite a sus hermanos le costó la esencia. – Responde Cronos

-Tienes razón hermano, no veo la esencia de Júpiter en todo el inframundo. – Le confirma Tea.

Ambos bandos advirtieron la ausencia de Júpiter, el Dios del rayo. Por esa razón uno se sentía en desventaja y el otro en superioridad. Este olímpico perdió la esencia cuando engañó a su padre Cronos para que vomite a sus hermanos. Con la ayuda de su madre Rea crearon una pócima que bebió el Titán, pero el ingrediente vital era la esencia de un Dios, entonces aún sabiendo el precio por la libertad de sus hermanos, Júpiter continuó su hazaña.

De vuelta en la montaña más alta del Volcanal los Dioses se disponían a comenzar la batalla, ya estaban listos para bajar y derrotar a las legiones de demonios para regresar a los Titanes al encierro. Pero faltaba una última misión, una esencial para lograr la victoria y reducir el tiempo de la batalla. Primero baja Vulcano levantando detrás de él montañas de roca que lo seguían aplastando a los demonios en su camino, lo mismo hacía Neptuno que con su tridente formaba trombas marinas para ahogar a las legiones, mientras que las certeras flechas de Apolo caían como lluvia sobre las hordas.

Los únicos que quedaban en lo alto del Volcanal eran Plutón y Nonio, y este último con su espada de fuego eterno estaba a punto de lanzarse a la batalla.

-Guarda tu espada Nonio. – Le dice Plutón.

-¿Qué?, ¿por qué? ¡Quiero ayudarlos! – Responde.

-Nos ayudaras convenciendo a los cíclopes y a los hecatónquiros a unirse a esta batalla como aliados.

-Pero Plutón, yo tan sólo soy un humano. ¿A mí por qué me escucharan?

-Los ojos de los cíclopes pueden ver todas las dimensiones Nonio y en eso confío.

Plutón llama a Cancerbero y hace montar al humano en el lomo.

-Cancerbero te llevará lo más rápido posible. Aguantaremos hasta tu regreso. Adiós Nonio.

El animal comienza a correr y Plutón se alza a las legiones de demonios para aniquilar, con sus brazos al aire invoca a los muertos que le sirven de escudo y también a unas manos que salen del piso para tomar las patas de los demonios y contener sus movimientos. Por su parte, el Dios Mercurio corta los cuerpos de los demonios con el caduceo y revive a las dos gigantes culebras para tragarse a los enemigos. Venus sagazmente elimina demonios clavando sus uñas en cada cráneo deformado y su gigante hermana Minerva aplasta a cientos de legiones solamente al caminar sobre ellos. En un principio la batalla parece sencilla para los Dioses, pero luego llegan las ninfas que comienzan su ataque aéreo entregando oportunidad a los demonios de herir por tierra a los Dioses.

Más allá de los confines del Tártaro se encontraban las tierras amuralladas en forja, en donde viven los cíclopes muy cerca de los hecatónquiros. El destino de Nonio ya podía verse.

Al llegar a los muros, el humano baja de Cancerbero y camina precavido con la espada en mano. Nonio no conoce a estos seres y no se imagina lo que encontrará, solamente había visto antiguas ilustraciones que mostraban rasgos de su forma. Camina por parajes de piedra y altos túneles construidos para deidades gigantescas, pero no encontraba a quienes apoyarían a los Dioses hasta que siente una voz.

-¡Detente intruso! – El eco retumba hasta acabar al final del túnel.

-Busco a los cíclopes, no vengo a pelear. – Responde Nonio.

-Deja esa espada lejos de ti y hablaremos.

Nonio no tuvo alternativa y lanza la espada a metros de él alejando la luz de su alrededor, dejando entrar a la oscuridad.

-¡Traigo un mensaje del Dios Plutón!

Responde y se percata que cerca de la espada aparecen dos enormes patas de alguien, eran patas de un animal que se difuminan en la oscuridad.

-¡No escuchamos a los Dioses!

-¡El Olimpo no es amigo!

-¡No es nuestra guerra!

Después del tercer grito se sienten rápidos pasos de un animal a embestir al humano, eran similar al del Toro de Falaris. Esa era su analogía. La particularidad es que si fuera un toro sería fácil evadirlo, pero si es otra cosa no tendría la oportunidad. Y así fue, Nonio fue golpeado por un enorme cuerpo que lo lanzó fuertemente al muro sintiendo contusiones internas.

-Espera, no vengo a luchar contigo. – No termina de hablar y siente por el costado otro golpe de un cuerpo distinto.

Era evidente que los cíclopes no querían saber nada de los conflictos que estaban fuera de sus muros ni nada en relación a los Dioses. Eso quedaba claro por cada golpe que Nonio recibía, ya que cada impacto lo dejaba más débil, de huesos rotos y fuera de combate. No podía contra cuerpos más grandes y de mayor fuerza, menos con la velocidad y la escaza luz.

Ya estando en el suelo con contusiones en todo el cuerpo y la sangre abrazándolo, su única respuesta a la desesperación fue balbucear inconscientemente.

-Mis hermanos morirán. – Casi un susurro mitigado rápidamente por el eco del silencio

En ese momento se encienden unos faroles que iluminan completamente el túnel y dejan al descubierto a la triada de cíclopes y a sus hermanos hecatónquiros. Seres que nacieron después de los Titanes, pero que fueron rechazados por Urano ya que la fealdad y morfología de sus cuerpos no fue valorada por su padre, ni menos por su hermano Cronos que los desterró de las tierras de su reino. Nonio ya no podía ver que uno de los agresores tenía un sólo ojo en la frente y que medía casi tres cuerpos humanos, eran bestias peludas con dorso humano al descubierto. Sus hermanos hecatónquiros eran visualmente más desagradables ya que eran seres con dos piernas inútiles porque los cien brazos y las cincuenta cabezas eran más largas y grandes que las extremidades inferiores.

-¿Ves lo que yo veo?

-Evidentemente

-Este humano guarda algo dentro.

-¿Abro el cuerpo en dos?

Hablaban entre ellos.

Mientras tanto en el campo de batalla las fuerzas se estaban agotando, los Dioses aniquilaban a Demonios, ninfas y bestias, pero desde todos lados salían más y más, ya que los Titanes tienen el apoyo de prácticamente todas las entidades del inframundo, por eso estaban sufriendo daños tal como lo esperaban desde lejos los hermanos Titanes, el cansancio de sus hijos era la primera estrategia de guerra.

-Repite lo que dijiste humano- Un cíclope mueve la cabeza de Nonio esperando una respuesta.

-¡Repite!

Hasta que se escuchó un nuevo susurrar.

-Mis hermanos.

Los cíclopes se miraron atónitos y un hecatónquiro tomó el cuerpo moribundo para dejarlo en vertical, obviamente no era capaz de mantenerse erguido, tenía todos los huesos rotos, pero el monstruo así lo mantuvo encerrado entre sus múltiples brazos.

En ese entonces, un cíclope trae una barra circular parecida a un bastón de madera y tímidamente la deja en la mano derecha de Nonio y dobla los dedos del humano para que la sostenga por su propia voluntad.

-¿Será capaz de sostenerla?

-¿Será verdad lo que mi ojo ve?

-¿Que le está pasando al humano?

Algo esperaban del hombre, algo esperaban desde hace años, algo esperaban de un desconocido que venía con un mensaje, pero las bestias no esperaban un mensaje, si no más bien, un mensajero.

El Dios más poderoso de los hermanos, el menor y más fuerte, el redentor y dueño del cielo y de todos los fenómenos atmosféricos ya había llegado. Su esencia nunca desapareció, nunca murió, después de sacrificarse por la libertad de otros se disipó como humo al viento para encontrar un nuevo recipiente que contenga la energía del rayo de Júpiter.

 

Continuará…..


Autor: consciencia12

Imagen: euston96.com