Post Mortem

– ¿Amiga de verdad piensas ir a esa casa? – Le pregunta Antonia entregándole un vaso de agua y un analgésico para aliviar el dolor de cabeza.

– Sí, tengo que hablar con él por última vez- Sara responde muy afligida, mientras Antonia se sienta a su lado.

– Mejor olvídate del pasado, déjalo tranquilo. – Insiste su amiga.

– No podría hacerlo sin su perdón, me siento tan mal. – Se toma el analgésico y bebe agua- Mi cabeza va a estallar por el sentimiento de culpa que tengo.

Sara comienza a sollozar bajo la mirada de todos los asistentes.

– Ya no sigas sufriendo. Todas cometemos errores y no fue tu culpa su decisión.

– Él me amaba, como no entiendes eso…y yo lo traicioné. Nunca debimos hacerlo.

La triste Sara se levanta del asiento y se dirige al centro de la habitación, su amiga la sigue insistente y le toma el hombro para decirle en voz baja.

– No te mortifiques por eso, déjalo descansar en paz. No sabes cómo puede reaccionar cuando te vea.

– Voy a ir amiga, ya tomé la decisión. Hablaré con él y le pediré perdón. Solamente así podré vivir tranquila.

La respuesta de Sara la entrega con la mirada fija en un hombre apuesto, bien maquillado y vestido que descansa sin vida en el ataúd.

– ¿De verdad arriesgarás tu vida por su perdón?

– Él merece saber la verdad, si por mi culpa está ahí. – Habla acariciando el cristal que la separa del rostro del hombre.

– Pero dicen que es peligroso tocar la puerta de esa casa. Hay gente que ha desaparecido. – Antonia mira atenta a todos los asistentes para asegurarse de que nadie las escucha.

– No voy a entrar- Sara se seca las lágrimas y se alienta decidida- Esa es una de las reglas que no debo romper.

– ¡Déjame acompañarte entonces!

– Si vas conmigo no saldrá. Tu sabes que la condición para que un difunto abra la puerta es esperarlo solo.

Efectivamente. En la periferia de la ciudad existe una casa abandonada de la que pocos hablan ya que es un secreto el fenómeno paranormal que ocurre ahí. Aquellos que divulgan el suceso aterrador cuentan que, si una persona con su alma afligida necesita ver y hablar por última vez con un ser querido fallecido, puede ir a la casa y golpear la puerta con la Fe de que el muerto le abrirá.

– Sara por favor mírame. – Antonia le toma la mano para decirle algo- Despídete de él aquí y ahora, en su velatorio.-Le suplica mirando al difunto, pero la viuda ya estaba convencida de salir a media noche a la casa abandonada.

Se especula que la mitad de las personas que han tenido la valentía de golpear la puerta para hablar con un difunto, desaparece. Debido a que hay reglas que deben mantenerse para que el momento sea apacible y no se transforme en horrendo, ya que dicen que la casa es un portal o vórtice entre energías terrenales y espirituales.

Las reglas que se divulgan son 3;

1- El familiar afligido debe presentarse sólo y después de medianoche.

2- El familiar afligido no debe mencionarle al difunto que está muerto.

3- El familiar afligido jamás debe aceptar la invitación para entrar a la casa, jamás.

La viuda se dirige a los familiares de su esposo y se disculpa por su breve ausencia, les miente diciéndoles que se irá a dormir por un par de horas. Luego va a la habitación de su hijo de 5 años y lo besa en la frente.

La amiga cómplice la acompañó en todas las disculpas para luego advertirle por última vez.

– Ten cuidado con lo que hablas con él. Y recuerda que si aún no llegas a las 2am iré por ti.

A las 23:50hrs el auto rompe lentamente la inercia y se dirige rumbo a la casa abandonada. Lleva consigo a una mujer atormentada y afligida con la esperanza de obtener el perdón de su esposo muerto que se suicidó por su culpa.

En las afueras de la ciudad la visibilidad de la carretera no era suficiente para manejar a más velocidad de la que Sara iba, la neblina le entregaba un horizonte brumoso y hacía difícil determinar con exactitud la calle que la sacaría del asfalto. Baja la velocidad del auto mirando de reojo que dentro de su cartera esté la carta en la que su esposo se despidió antes de suicidarse. El convencimiento de obtener el perdón de su esposo la hizo doblar en un camino de ripio y en mal estado, donde la naturaleza de la vegetación gana espacio diariamente y oculta que por esa dirección existe una casa abandonada de la que algunos ingenuos hablan.

Una sombría casa de tres pisos que por sus detalles encaja perfectamente en una película de terror; no tiene luz en las ventanas, tiene algunos vidrios quebrados, la madera roñosa está fatigada, descuidada y la vegetación está seca a su alrededor. Es evidente que lleva años sin ser habitada.

Y Sara ya está ahí, frente a frente a ella. Sola en medio de la nada e iluminada por la luz de la luna y por la ilusión de hablar con él. Se abrocha el abrigo hasta el cuello y se guarda la carta en el bolsillo. Estaba decidida a dejar el tormento y la culpa en este lugar, quería volver con el perdón que la dejará continuar con su vida. Entonces decide interrumpir el silencio del ambiente con tres golpes en la puerta que retumbaron en el oscuro interior removiendo polvo, despertando arañas y quizás que otra cosa. Como no hubo respuesta vuelve a tocar con tres golpes más y en ese momento se enciende la luz de una habitación del tercer piso que hace que la mujer de unos pasos atrás para mirar, luego se siente el crujir de los peldaños que acusan la presión de que algo está bajando lentamente. Ahora se enciende la luz de una habitación del segundo piso acortando la distancia entre ella y la entidad.

La mujer esperanzada, pero con temor a lo que verá frente a ella, se mantiene firme a un par de metros de la puerta pensando que su fallecido esposo es el que debe abrir. Hasta que se enciende la luz del primer piso y segundos después algo gira la manija de la puerta para abrir lentamente.

La impresión de verlo con vida estremeció sus sentidos y le generó un pequeño trastorno de realidad, ya que la persona que tiene al frente está en carne y hueso siendo velada en otra casa.

– ¡Amor!, ¡Qué bueno que viniste! – Su esposo la saca del absorto.

– Hoo…, Hola Lorenzo- Responde titubeante.

– Te noto asustada. ¿Qué te pasa?, es como si estuvieras viendo a un muerto.

– ¡Siii, nooo, perdón!, es que es tarde y vine sola, solo es eso. – el nerviosismo la confundía.

– Pasa a mi casa por favor, Hablemos adentro.

– ¡No…, no te preocupes!, si vine por un momento.

Aunque Sara no sabe lo que puede pasar si rompe alguna regla, comprende que para mantener la conversación afectuosa no debe caer en la insistencia de Lorenzo.

– Está helado Sara, te vas a congelar ahí afuera. ¡Entra!

– No te preocupes, estoy calentita con este abrigo. ¿Recuerdas que tú me lo regalaste?

– Claro que recuerdo, te queda fabuloso. Acércate para tocarlo, ven.

Lorenzo siempre se mantiene en el mismo lugar, su condición como entidad no le permite salir de la casa, y eso la mujer lo sabe.

– ¿Para qué?, si ya sabes lo suave que es.

– Yo me acerco, no te preocupes.

El hombre trata de salir de la casa, pero no puede dar un paso fuera de los límites del marco de la puerta, está impedido.

– ¿Qué pasa Sara?, ¿Por qué no puedo salir?

– Lorenzo, no te preocupes por eso. Solamente quiero que me escuches.

– ¡Quiero abrazarte Sara, tu sabes que te amo, dime que está pasando!

La mujer no debe mencionarle que su impedimento de salir es porque está muerto.

– Quiero pedirte perdón Lorenzo, quiero que me perdones.

– ¿Qué debo perdonarte amor?, si somos felices.

– Es que…..- La mujer es interrumpida.

– Y nuestro hijo, ¿Por qué no lo trajiste?

– Está durmiendo.

– ¡A verdad!, yo mismo lo llevé a dormir y le di un beso en la mejilla. Quedó feliz en su pieza.

Lorenzo aún conserva recuerdos de su vida, mientras se mantenga en algún lugar temporal no sabrá que son irreales.

– Quiero que me perdones por querer a otra persona. – Consigue la atención de Lorenzo.

– ¿De que estas hablando amor?

– Desde hace tiempo que comencé a sentirme atraída por Antonia, nuestra amiga.

– Dime que no es cierto Sara. Yo te amo. – Lorenzo se entristece inmediatamente, dedujo lo que le espera escuchar.

– Por eso quiero que me perdones, por enamorarme de otra persona estando contigo. Tú no mereces ser engañado y yo te defraudé. ¡Perdóname Lorenzo!

– Yo te amo tanto Sara, no puedes dejarme. – El hombre se seca las lágrimas y habla lastimoso. – ¿Recuerdas esos momentos juntos en la playa?, ¿Cuándo nos conocimos?. Te amo con la misma intensidad de ese día, eres el amor de mi vida Sara…, si me dejas no sé qué haría, prefiero morir que estar sin ti.

– No digas eso Lorenzo, sabrás sobreponerte, al igual que yo. Por eso quiero que terminemos bien. Perdóname por no valorarte.

– No podría vivir sin ti Sara. ¡Si me dejas me mato! – Lorenzo comenzó a cambiar su grado de voz.

– No puedes hacer eso Lorenzo, no lo hagas más difícil.

– ¿¡Y por qué no me puedo matar!? – Aparece un cuchillo en la mano de Lorenzo, el mismo cuchillo que fue encontrado en la escena en la que se suicidó.

– ¿¡Qué haces con ese cuchillo!?, ¡déjalo, déjalo! – Se impacienta la mujer.

– Respóndeme Sara…, ¿Por qué no puedo decidir qué hacer con mi vida si tú ya decidiste la tuya?

– Perdóname Lorenzo, solamente di que me perdonas. Y me iré. – Sara se arrodilla para rogar el perdón.

– ¡Te amo Sara, te amo!

– Lo sé…lo sé.

– ¿Si me dejas que pasará con nuestro hijo? – Pregunta Lorenzo con el cuchillo en la mano.

– No te preocupes de él. Siempre te va a querer a ti, a su Padre.

– No Sara…, si me dejas él se quedará conmigo. No quiero que viva con dos mujeres.

La mujer acepta el razonamiento de Lorenzo, es lo que cualquier padre haría, por ese motivo acepta y trata de conseguir el perdón.

– Dime que me perdonas y luego hablamos de la tutela de nuestro hijo.

Lorenzo se pone a pensar y mira fijo a los ojos de Sara, es como si detectara las mentiras. Eso mantuvo nerviosa a la mujer. Hasta que algo cambió la historia.

– Mejor que nuestro hijo decida con quién quedarse.

– ¿Qué estás diciendo?

– Lo que escuchaste. Le preguntaremos a él. – Lorenzo grita al tercer piso- ¡Hijo baja por favor!

Sara pasmada escucha como unos diminutos pasos golpean los peldaños y con una alegre risa se acerca algo a la conversación. Para ella era imposible que el menor que apareció por detrás de Lorenzo fuera su hijo.

– Hijo saluda a mami. – Le dice el padre.

– ¡Hola mamitaaaa!

El pequeño saluda a su madre y corre sonriendo a jugar a la sala detrás del padre. Se encuclilló para enterrarle un lápiz a la figura de una persona de juguete vestida de bombero.

– Muere, muere, muere.

Las repetidas palabras de su hijo comenzaron a resonar en Sara y el asombro de verlo dentro de la casa en la que supuestamente existen difuntos, la incitó a dar dos pasos hacia adelante para abrazarlo sin entender la situación, pero al menor movimiento de Lorenzo para agarrarla, Sara se detuvo y alcanzó a reaccionar.

– Es mentira ¿verdad? – Pregunta espantada.

– ¿Qué cosa Sara? – Responde riendo

– Ese no es mi hijo. Se parece a él, pero no es. ¡Es imposible que sea él!

– Yo soy el Padre, ¿Por qué es imposible?

– Porque tú… tú estás…

– ¡¿Que Sara, dime Sara…yo qué?!

Bajo la insistencia de Lorenzo para que rompa una regla, busca nerviosa en su bolsillo el teléfono celular para preguntar por su hijo, pero la insistencia de marcar no la ayudará ya que no tiene señal y el teléfono está sin servicio.

– Aquí no hay servicio Sara, es imposible que llames.

– ¡Olvidare esta pesadilla, me voy! Ya no quiero tu perdón.

Cuando la mujer decide volver a la casa y desistir del perdón de su difunto marido, enojada se da la vuelta para dirigirse al auto, pero por alguna razón, el auto ya no estaba.

– ¿Qué pasa amor?, ¿Ya te vas de nuevo?

– ¿Mi auto?, ¡¿dónde está mi auto?! ¡Yo estacioné aquí!

Grita desesperada ya que sin el auto es imposible volver a la casa y al mirar a todo su alrededor, solamente ve un horizonte vegetal oscuro y difuminado con neblina. Lo único diferente que interrumpe el ambiente sombrío, es la casa abandonada y un hombre que con extraños comportamientos está dejando de ser la persona con la que Sara se casó.

– ¡¿Cómo es posible, fuiste tú?!- Le grita a Lorenzo

– Sara mírame, estoy encerrado en esta casa. ¿Cómo podría robarte el auto?

– ¡¿Pero dónde está, donde está!? No entiendo.

– ¿No entiendes?, que pena. – Se burla Lorenzo- Si quieres puedo ayudarte amor mío.

– ¡Maldito teléfono! – Insiste en llamar.

Lorenzo se ríe en la puerta por los intentos fallidos de llamar, luego se da vuelta y grita otra vez al tercer piso.

– ¡¿Amor puedes bajar?!, ¡Necesitan ayuda aquí!

Sara quedó atónita al escuchar el grito de invitación y sobre todo de sentir nuevamente los peldaños que indican la presencia de una tercera entidad en la casa abandonada. Quedó estupefacta, congelada y con los pelos de punta por verse ella misma muerta detrás de la puerta. Hasta que su asombro cambió de motivo.

– ¡Hola amiga!, ¿otra vez por aquí?

Antonia, su mejor amiga la saluda y luego abraza y besa a Lorenzo delante de ella. Por su parte el hombre le devuelve el beso apasionado y le toca los glúteos fervientemente.

– ¿Pero qué es esto?, no entiendo nada. – Se pregunta desconcertada.

– ¿Dices algo? – Habla Lorenzo mientras sigue besuqueando a Antonia.

– Mi hijo, mi amiga. Ellos no pueden estar aquí, se supone que están…

– ¿Qué pasa Sara?, te noto asustada. – Luego le habla a Antonia. – Mira amor, Sara tiene cara de haber visto a los muertos. Jajajajajajaj…..

Ambos se burlan a carcajadas de la impresión de la mujer, se mantienen siempre detrás del marco de la puerta y le preguntan a dúo.

– Dinos Sara. ¿Por qué no podemos estar aquí?

– Nooo, nooo. No debí haber venido- responde.

– Te dejo amor- Antonia se despide- Adiós amiga, espero que esta vez encuentres lo que buscas. Jajajajaja.

– Es imposible, – Sara comenzó a llorar- solamente debías abrir tú la puerta y estar sólo. No sé porque está mi hijo y Antonia. No son ellos…, Ellos están bien, están conmigo. – Saca un pañuelo.

– Yo también estoy contigo Sara y si quieres saber la verdad, debes aceptar la invitación a entrar.

– ¡No jamás! Me iré caminando. – Se seca las lágrimas y se marcha.

Se retira siguiendo el camino por el cual llegó, dejando la pesadilla y angustia detrás. Piensa que no debió haber venido nunca a la casa abandonada a pedir el perdón de un difunto, si bien quería vivir una vida tranquila después de esta decisión temeraria, por el contrario, se lleva recuerdos amargos de ver a su hijo y a su mejor amiga dentro de la casa en la que habitan los muertos. Por esa razón quería llegar lo antes posible para abrazar a su retoño.

– ¿Cuánto te falta Sara? – Le preguntan a su espalda.

De un salto se desconcentra y se da vuelta para ver desorientada que aún sigue detrás la casa abandonada que dejó hace más de treinta minutos caminando.

– ¡¿Por qué sigo aquí se me fui hace más de media hora?! – Le grita a Lorenzo.

– Vas y vuelves. Vas y vuelves.

– ¿Por qué no me dejas ir?, ¡tú no eres mi esposo! – Le reprocha.

– ¿Si no soy tu esposo quién soy entonces?, ¿o qué?

– Eres un demonio, ¡todos los de la casa son demonios!, por eso no puede ser mi hijo. – Mirando al niño en el centro de la sala.

– Ok Sara, te mostraré algo. ¡¿Amor, puedes venir un segundo?! – Vuelve a llamar a Antonia.

– Dime mi vida- Entra a escena y besa nuevamente a Lorenzo.

– Quiero que le mostremos algo a tu mejor amiga.

– Por supuesto, si es para ella. – Responde tranquila.

En ese momento la sorpresa repentina vuelve a impactar en los ojos de Sara. Lorenzo besa nuevamente a Antonia, pero ahora le toma la cabeza y bruscamente la gira en 180° haciendo crujir las vértebras cervicales de la mujer. Sara grita aterrada mientras cae al piso el cuerpo muerto de su amiga.

– ¿Quieres saber dónde estás Sara? – Le vuelve a preguntar.

– Sé que no es mi amiga esa cosa- responde firme, pero con un sentimiento de pérdida.

Lorenzo solamente sonríe y vuelve a gritar.

– ¡Hijo ven!

El pequeño inocente deja sus juguetes en el piso y se levanta sonriente al llamado, luego abraza a Lorenzo frente a Sara y vuelve a saludarla.

– ¡Hola mamitaaaa…

Lorenzo le acaricia la cabeza al menor y le dice a una Sara que temía ver lo que podría pasar.

– ¿Aún quieres saber dónde estás?

– En una pesadilla, pero no hagas nada con el niño, por favor. – Le ruega.

Lorenzo se ríe mientras abraza al pequeño y le da un beso en la mejilla. Luego se para y le pregunta con voz seria.

– ¿Es este tu hijo?

Sara responde un no negándolo con la cabeza, pero la mirada maternal hacia el niño le surgía amor, ganas de abrazarlo y lágrimas. Se convence paulatinamente de estar perdida frente a un demonio y mantiene la recriminación de haber ido a la casa maldita para vivir esta pesadilla, se siente devastada emocionalmente, incluso pensó que se está volviendo loca por envidiar a Lorenzo por acariciar a su hijo.

Después de la pregunta todo cambió, las caricias del padre con sus grandes manos en la cabeza del niño ejercieron presión y se transformaron en un tirón para torcer el cuello y dejarle la cara en la espalda. El grito de Sara por volver a ver la agresiva escena y como víctima a su hijo, fue tan inmenso que se escuchó en todo el vacío del ambiente sombrío en el que está. El cuerpo muerto del menor cae y atrae considerablemente las intenciones o el instinto maternal de la mujer, obligándola involuntariamente a correr para auxiliar a alguien o algo que cree ser su hijo.

Sara cayó en el engaño de Lorenzo y rompió una regla, entonces al llegar al pequeño en el suelo este desaparece cambiando con él el entorno.

Segundos después, la pesadilla había terminado, Sara llegó a su casa, al velorio de su marido. Lo primero que hiso fue correr a la habitación de su hijo para verlo dormir con tranquilidad. Ninguna desgracia había pasado. Estaba más calma y sosegada. Luego se dirige a ver a su amiga entre los familiares y amigos de su difunto esposo y encuentra a Antonia llorando al lado del ataúd.

– Amiga ya llegué- Le dice a Antonia. – Pude regresar bien, no me pasó nada. –

Antonia sigue llorando y sin escuchar coloca su mano en el vidrio y responde.

– Lo siento amiga.

Sara mira dentro del ataúd esperando ver a su esposo y se da cuenta que la pesadilla aún no ha terminado, ya que el cuerpo muerto que está siendo velado es el de ella. Sin entender trata de tocar el hombro de Antonia para llamar su atención, pero solamente la toca ligeramente sin poder ejercer fuerza ni presión sobre el cuerpo ni la ropa, lo mismo le pasó cuando acarició a su hijo.

Antonia se va del lugar y se dirige a otro cuarto para dejar a la vista a un hombre que la sigue.

– Esa es tu verdad Sara. – Le dice Lorenzo y ella desconsolada responde.

– No puedo creer esto, no puedo estar muerta. No…,no…

– Fuiste a verme en busca del perdón para vivir feliz, pero el verdadero perdón que buscas es otro. Mientras en esta dimensión te están despidiendo Sara- Comienza a explicar Lorenzo- tu subconsciente creó imágenes y situaciones que mantienen a tu espíritu encerrado en el limbo.

– ¿Quién eres tú?, ¿Por qué sabes esto? – Pregunta ella.

– Soy un ángel, tengo la obligación de liberar tu espíritu del encierro mental en el que estas. Pero no puedo romper las tres reglas que conoces. Por eso tenía que incitarte a entrar a la casa abandonada.

Al escuchar la palabra ángel, Sara inmediatamente se sintió segura, tranquila y en paz con lo que estaba pasando, entonces le pregunta.

– ¿Y cómo fue que morí?, no lo recuerdo.

– Eso no puedo decírtelo. Pero puedes verlo por ti misma. Sígueme.

Lorenzo camina a la habitación matrimonial de la casa y abre la puerta para que Sara entre, ahí se develó el motivo de la muerte de Sara.

– No puede ser

Sara no puede creer que su amiga Antonia esté abrazando y besando a su esposo Lorenzo, estuvo siendo engañada por ellos por mucho tiempo. Recoge un frasco de pastillas que su amiga dejó sobre el velador al lado del traje de bombero y se da cuenta que son estupefacientes y no analgésicos para quitar el dolor de cabeza.

– Tu esposo y amiga te estaban envenenando de a poco Sara, esa es la causa de tus constantes dolores de cabeza. Ellos son amantes desde hace tiempo y se frecuentaban a tu espalda en tu casa.

– Los odio. – Responde enojada, pero desmoronada sentimentalmente.

– Al cielo o al infierno diariamente llegan víctimas por problemas terrenales como estos, derivado de sus desequilibradas emociones y sentimientos. El amor nunca fue una bendición para los vivos, más bien es un incentivo para llegar a nosotros. Mira…, sígueme a la cocina.

El ángel abre la puerta de la cocina y ambos ven nuevamente a la pareja infiel besándose, pero esta vez completamente desnudos haciendo el amor sobre la mesa de cocina. Ya las ardientes lágrimas de Sara no eran de tristeza por ver la traición, estaba generando sentimientos vengativos.

En ese momento en el que la pareja daba término al coito, repentinamente entra la Sara de aquel entonces, esa mujer inocente que sufría de dolores de cabeza por estar drogada con una sustancia psicotrópica administrada por su amiga y que la mantenían con un alto potencial de producir una conducta agresiva.  Y así fue, encontrar a su esposo y amiga desnudos en la cocina, le cambió su estado emocional pasivo a un estado agresivo impulsivo. Entonces precipitadamente toma un cuchillo carnicero e intenta asesinar a la pareja dándole un corte a su esposo, para luego forcejear con él y recibir el fuerte empujón que la llevó al piso atravesándose ella misma el cuchillo en el pecho.

– Justo a las dos de la mañana Sara, caíste al piso y moriste súbitamente en la cocina. – Le dice el ángel.

Sara antes de responder siente un dolor en el pecho y se ve la sangre correr por debajo del abrigo.

– Pero esto fue un asesinato. ¿Por qué ellos están libres? – Responde entristecida.

– Quedaste como desquiciada por las drogas que te administraba tu amiga, ella es médico. Tu informe menciona que tenías trastornos depresivos y que abusabas de sustancias psicotrópicas, que te vulneraban a atentar contra tu vida y la de aquellos que te rodean. Tenían todo planeado sin que te dieras cuenta.

– ¿¡Y todo eso para tener sexo!?, ¿Por qué no mejor se separó de mí?

– Una cosa llevó a la otra, ustedes son los virtuosos en razonar y amar, eh ahí el libre albedrio- Responde el ángel.

Con todo lo visto, Sara simplemente se resignó a su destino. Supo de inmediato que su tiempo en el limbo se terminó, que al fin el ángel pudo hacer que rompiera una de las reglas para decirle la verdad, de eso se trataba todo. La repentina muerte le provocó en su conciencia un tumulto de escenas, imágenes y sucesos temporales para mantener a su espíritu encerrado en aquel espacio temporal de los sin vida. Contempla por última vez a su adorado hijo y se despide de él con un beso de madre.

– Estoy lista para irme ángel. – Le dice a la entidad que aún conserva la imagen de Lorenzo.

– Queda algo por hacer todavía Sara- Le responde él.

– ¿Qué cosa?

– En el bolsillo de tu abrigo llevas una carta que pensabas que escribió tu esposo antes de suicidarse por verte engañándolo con tu amiga.

Sara busca entre sus bolsillos.

– Si la tengo aquí.

– Quiero que la leas y nos vamos.

Otra perturbación mental sacude el raciocinio de Sara, lamentablemente para ella la carta estaba escrita por su puño y letra. Le confesó a su esposo que estaba enamorada de su mejor amiga, pero que no podía seguir con la mentira, que la atormentaba, sobre todo porque se atrevieron a tener relaciones sexuales a su espalda. Por eso lo dejaría, pero no con el divorcio, le escribió que se quitaría la vida ya que no podía vivir con la culpa de quebrantar el matrimonio.

En ese momento Sara se da cuenta que los últimos días de vida fueron agonizantes bajo los efectos de la droga, que su estado mental y emocional desequilibrado estaba empeorando a tal punto de afectar su ánimo, sus pensamientos e incluso el comportamiento suicida.

– Ya no llores Sara. – Le dice el ángel mostrando su verdadera apariencia. – Esa noche entraste a la cocina para buscar un cuchillo y suicidarte. Esa es la última verdad que debías saber.

Así terminó la estancia de Sara en el limbo, no alcanzó a reaccionar cuando el ángel con apariencia de un demonio de dos metros y gigantescas manos le toma la cabeza y la cubre completamente con sus dedos para llevarla al infierno.

– Mi nombre es Charun, el demonio que atormenta las almas de los muertos. Y me presento ante ti para llevarte por tu pecado.

 


Autor: consciencia12

Imagen: internet