Barbarus – Episodio 2

Ψ UNA MISION INESPERADA Ψ

Habiendo pasado dos noches por el desierto Arábigo, Silver ya no pensaba en lo más mínimo sobre la desventura que tuvo con la Diosa de los Perdidos. Sólo esperaba ver en las colinas la ciudad de Rahma, para saludar a su colega Demetrio tomándose una rebasada copa de vino.

Su colega es un mercenario involucrado con mucha gente de poder, su vínculo con gente adinerada, hombres de negocios y reyes le hacían famosa su identidad, por ello era conocido por todas las ciudades del territorio desértico.

Alimento y agua le sobraban al bárbaro y esta última la bebía emocionado porque en sus pupilas se dibujaba la ciudad esperada. Compartiendo un poco con el caballo le exige a cambio que galopee lo más rápido posible, entonces de un taconazo al costado del lomo, levanta sus patas delanteras y sale disparado como si entendiera las palabras.

Esta ciudad era distinta, el gran número de cuadras la hacían inmensa y como todas, el mercado se aglomeraba a los pies de los aposentos de la monarquía, que conforme residían en un castillo edificado en ladrillo con una hermosa arquitectura. La entrada principal de la ciudad se mantenía abierta y las voces y gritos de la gente se apoderaba del ambiente.

Silver entrando tranquilamente es obstaculizado por los guardias que le preguntan el motivo por el cual viene a la ciudad, respetuosamente responde;

-Sólo voy de paso, vengo a visitar a un amigo, no me quedaré demasiado.

Los guardias le responden con una dudosa mirada especulando algo sobre él. Entonces le revisan las bolsas que cuelgan en el lomo del caballo y le dejan entrar, pero sin sacarle la vista hasta que se pierde entre la multitud.

Estando dentro, solo quedaba encontrar a su colega entre tanto gentío y mientras piensa donde dejar el caballo, este relincha asustado y lo bota sobre unos cajones de cebolla. No era para menos, el ladrido de un Kogoor y su horrenda apariencia era suficiente para espantarlo.

El Kogoor es un gran perro salvaje con el volumen de un toro y hocico de cocodrilo, es carnívoro y vive en manada en el desierto. Este animal estaba siendo sujetado con cadenas por varios guardias de la ciudad porque se les había escapado y estaba fuera de control. Tres de ellos le daban latigazos mientras los otros le tiran del cuello para dirigirle por el camino indicado. En ese momento, el animal sintió el golpe de uno de ellos y lanzó su hocico sobre él mordiendo casi todo su cuerpo y bajo la vista del bárbaro y los gritos de la gente tratan de sacarle al compañero de la inmensa mandíbula que ya lo había cortado por mitad.

― ¡Aleja tu caballo!

Le ordena un guardia y él junto a la gente aterrada se aparta para ver pasar al hambriento animal.

Silver le pregunta a un ciudadano por el destino del Kogoor y como respuesta escucha que este era día de juegos, que en la arena algunos desafortunados tendrán que salvar sus vidas y matarlo o morirán siendo su comida.

Continúa adentrando a la ciudad hasta que consigue un potro de errar para dejar el caballo, pero ahora lo que faltaba era una persona que le cuide al animal y lo que carga en él. En eso se le acerca un muchacho dispuesto a hacer el trabajo a cambio de tres monedas de bronce, Silver le entrega una y al recuperarlo le dará las restantes.

Entonces el bárbaro comienza la búsqueda de Demetrio, empezando por preguntarle a un vendedor. Este le responde que su amigo frecuenta la feria a diario, pero que desde hace unos días ya no se le ha visto por acá, entonces el bárbaro le vuelve a preguntar si Demetrio se había retirado de la ciudad, teniendo como respuesta la indiferencia del vendedor, porque este se aleja ignorando que hablaba con Silver debido a que cuatro guardias se acercan al lugar.

El bárbaro se alerta, pero sin desenfundar su hacha. Primero quería saber la intención que tenían los guardias hacia él.

– ¡Oye forastero! – Le grita uno y Silver mira hacia todos lados.

– ¡¿Estás buscando a un hombre llamado Demetrio?!- Pregunta otro.

Dada la sincera respuesta, los cuatro sacan sus espadas y apuntan al cuello obligándolo a ir con ellos. Le dicen que estaba arrestado por complicidad y que era inútil resistirse, que sólo agravaría la falta. Y sin entender los cargos que se le imputaban hizo lo que mejor sabe hacer, sacó su hacha y se embistió contra ellos. Se formó un alboroto terrible, logra botar a tres guardias sobre un puesto de frutas esparciendo todas por el piso, botando hasta las lonas de techumbre. Al cuarto le da una patada en el pecho y lo lanza sobre unos barriles de agua, dándose tiempo para estar libre y poder escapar. Era evidente que el bárbaro se defendió sin la intención de matar a los guardias, porque no sabe lo que está pasando y acriminarse más sólo lo convertiría en asesino delante de toda la gente.

Corre rápidamente evadiendo guardias, saltando cajones y esquivando a la gente hasta llegar a su caballo, pero no pudo montar en él porque estaba custodiado por más guardias, lo que le hace pensar que la cosa es grabe y que ahora si que va en serio. Entonces comenzó a defenderse sin misericordia de la cantidad de hombres que luchan contra él. Por desgracia cada golpe que daba multiplicaba a la cantidad de guardias para su captura. Así rápidamente se ve envuelto con una pila de ellos encima que le propinan una paliza que desde hacía mucho tiempo no recibía. Con golpes desesperados y enfurecidos lograba sacarse de a uno en uno a los agresores hasta que rompieron la pared de una vivienda pasando todos hacia el otro lado. Él logra levantarse sacándole los dientes a las mandíbulas desafortunadas y vuelve a correr para alejarse del alboroto, los guardias adoloridos lo siguen y otros quedan aturdidos o con el dolor en sus rostros. El bárbaro había tomado una gran ventaja y ya creía que los había perdido, entra a una casucha cualquiera del lugar y pretende salir de ahí cuando pase el caos, pero en ella se sorprende porque ve a una mujer conocida acostada con un hombre, era la mujer de Demetrio que detiene el coito y se levanta desnuda, nerviosa le pide que lo espere en el cuarto del comedor, que le explicará todo en un momento.

El bárbaro más tranquilo escucha correr a los guardias por la calle y no entendía la situación, pensaba que su compañero estaba en problemas y que lo había metido al embrollo y por el accionar de los guardias supuso que era de los grandes. Pero todas esas dudas se las respondería la mujer o ex mujer de Demetrio que por casualidad la había encontrado, pero para su desgracia sólo recibe de parte de ella un sartenazo que le dolió más que todos los golpes recibidos anteriormente, dejándolo aturdido en el suelo.

Poco a poco abrió los ojos en un lugar frio y fétido, estaba encerrado en las mazmorras y como compañero tenía el esqueleto de otro desafortunado. Se levanta con un dolor de cabeza y sin su arma, comienza a gritar para que lo liberen o le expliquen su arresto. El grito de silencio de un guardia lo calma y frustrado vuelve a sentarse. En ese entonces de la celda de enfrente le saluda Demetrio amistosamente. La primera reacción de Silver es levantarse precipitadamente y antes de saludarlo le demuestra enojo pidiéndole explicaciones. Demetrio es un hombre elocuente, inteligente, calmado y sabe llevar las emociones de su amigo bárbaro. Le pide primero que se tranquilice y luego le explica el embrollo en el que están. Comienza por contarle que tenía un trato con el Rey, debía entregarle las perlas de Ostias gigantes para cumplir el capricho de su hija menor, pero antes de llegar a la ciudad fue emboscado por los nativos de la selva sombría y le robaron todo. En vista de que el Rey lo mandaría a colgar por no cumplir su parte del trato se vio forzado a mentir.

― ¡¿Y qué tengo que ver yo en todo ese embrollo?! ― Le grita Silver.

Demetrio rascándose la cabeza, le contesta que no pensaba que llegaría en este momento, porque supuestamente él traería las perlas. Le quedó más que clara la explicación a Silver, su amigo le mintió al Rey diciéndole que él traería las perlas para su adorada hija y ahí comprendió la actitud de los guardias. Demetrio se sorprende al ver que el bárbaro comienza unas carcajadas y no para de reír.

El ruido del portón metálico que se abre interrumpe las risas de ambos hombres, porque de ella entran los más robustos guardias con la misión de escoltar a Silver y a Demetrio al palacio del Rey.

Juntos caminan con las manos encadenadas a sus espaldas, mientras que Silver se mofa contándole en las condiciones que vio a su mujer, Demetrio le responde que Valeria era una traidora, que por quedar bien con el Rey lo entregó a los guardias a él y a sus cómplices. También buscó un pretexto para devolverle la burla.

-Pero a mí no me pegó un sartenazo.- Ambos sonríen.

Faltaba poco para llegar al lujoso salón del Rey, sólo quedaba subir una breve escalera para encontrarse con el trono. Demetrio algo preocupado se preguntaba cual sería su destino y que decisión se tomaría para ellos, en cambio Silver mostraba una característica frialdad aún si se le presentara la muerte. Llegan al salón y de unos golpes en la espalda los arrodillan ante el trono, Demetrio disimuladamente le coqueteaba a la hija menor del Rey cerrándole un ojo, Silver lo mira a él y a ella y debido a la risa coqueta de la mujer se dio cuenta que su amigo se había involucrado sentimentalmente con un problema, descubriendo también que la hija menor a la que se refería ya era suficientemente mayor.

Al parecer el Rey sospecha de esa aventura, por ese motivo sería tajante en su decisión. Por ello le dice a Demetrio que su amigo bárbaro llegó sin las perlas como él lo había prometido y por eso su castigo será la muerte. La decisión que el Rey toma es irrevocable, pero Demetrio sabe como hacer cambiar la sentencia, entonces trata de buscar otra mentira para engañarlo.

– Su majestad, permítame la palabra. Mi amigo aquí presente también fue víctima de los nativos de la selva sombría. Si gusta su majestad, le ofrecemos nuestras vidas y nuestra voluntad para liderar una misión en busca de las perlas.

El Rey no se veía para nada convencido hasta que la hija menor comenzó a lloriquear exigiendo que quería las perlas. A pesar de todo, la muchacha era la más mimada por su padre y le dolía el alma verla llorar, por eso la complacía en todo. Demetrio por su parte sonreía boca abajo y Silver con la mirada daba por entendido que la muchacha no quería ver morir al hombre que tiene al lado.

– Esta bien hija mía, no llores más. – Dice el Rey.

Y ella contenta deja de llorar inmediatamente y cerrándole un ojo a Demetrio se seca las falsas lágrimas.

Silver sigue indiferente ante todo, no daba señales de alegría porque él sabe salir de las situaciones usando su método, la fuerza y el hacha.

El Rey pide a los guardias que levanten a los hombres y que lo lleven junto a los demás gladiadores, porque la misión en busca de las perlas será iniciada al amanecer del día entrante, pero él no mandará a ninguno de sus hombres a morir a esa selva, por lo tanto, los que sobrevivan en la arena tendrán la oportunidad de ir por las perlas y así ganar su libertad. La muchacha cambió su expresión a una verdadera tristeza y llorando se fue del lugar.

En el cuarto de gladiadores todos se preparan para la arena, había hombres fuertes, espadachines, expertos en artes marciales y todo tipo de guerrero que sabía dar un espectáculo en frente del Rey y toda la multitud que llena rápidamente el coliseo. Silver y Demetrio estaban en la celda de al lado, junto a los presos, ladrones, asesinos y toda la calaña que usan como carnada para así tener un espectáculo más sangriento y atrayente. Lo primero que hace el bárbaro al estar sin cadenas es darle un combo a su colega, le dice que se lo debe por la situación en la que están, Demetrio se levanta y le dice que no tiene explicación pero que se sienta contento porque su oportuna llegada le salvó la vida. En eso se abren las puertas de piedra y entran los candentes rayos del sol acompañados del aclamante grito de la multitud que ansiaba ver el espectáculo. Los hombres asustados toman las armas que pudieron y obligados por los guardias salen al exterior, Silver toma su arma preferida, el hacha, y Demetrio prefirió dos espadas tipo sable, porque dice que son más livianas y ligeras.

Estando afuera se cierran las puertas y quedan sin ningún lugar para ocultarse, sólo Demetrio y los gladiadores saludan a la gente con mucha seguridad de sobrevivir a cualquier prueba, en cambio el miedo consumía las mentes de los presos por no saber cual era el juego de hoy.

El plan estaba previsto, Silver y Demetrio se cuidarían las espaldas de cualquier amenaza posible, debido a que todos se miraban entre sí reconociendo habilidades sólo por las apariencias. Muchos pensaban que el juego de hoy sería el festín del Rey, “La Masacre”, en donde todos luchan entre sí hasta que sobrevive uno o más, dependiendo de cuantos quiera su majestad.

Abrió el espectáculo el presentador de la jornada saludando al Rey, realeza y al pueblo, después vociferó las reglas del juego.

― ¡El pueblo clama diversión! ¡Y gracias a nuestra eminencia hoy tendremos sangreeee! El combate será “Sobrevivencia” y todos aquellos que lleguen vivos al final tendrán la oportunidad de trabajar para el Rey recuperando así su libertad.

Esperanzadoras fueron las palabras del cruel vocero, porque derrumbó las ilusiones de todos al dar la orden de abrir los calabozos de donde salieron los Kogoor.

Empezó el juego con el grito apabullante de la multitud que goza segura desde sus puestos. Salieron tres bestias por el momento, las cuales por instinto asesino comenzaron el ataque hacia los hombres. Los gladiadores astutos como tal, luchan en grupo llenando de espadas el lomo del animal, los presos en cambio eran uno a uno el almuerzo y cena de ellos. Silver muestra su destreza frente a la embestida y logra cortar la piel que mancha de sangre el piso, luego uno se lanzó como un toro salvaje y lo esquiva cortándole la pata delantera para luego decapitarlo por los rápidos sables de Demetrio. Los gladiadores también hacían su trabajo, mataron a uno en breves momentos, pero eso le costo a dos de los suyos. El tercer Kogoor fue destripado por una mujer guerrera que sin su casco reveló a todos su sexo. Ella llenó de flechas el cráneo para luego cruzar con su sable el estómago de la víctima.

Ahora quedaban ocho luchadores en total esperando el próximo desafío, se abren otros tres calabozos saliendo de su interior los próximos Kogoor. La misma técnica ocuparon para liquidar a los animales, pero esta vez la muerte se lleva consigo a más gladiadores. Los Kogoor cada vez eran más feroces y hambrientos, porque antes de cada juego los mantienen sin comer durante tres días y eso se notaba en la dificultad y el tiempo que les tomaba para eliminarlos. Esta vez Silver liquidó a uno con la ayuda de la mujer que oportunamente atinó un flechazo en el ojo del Kogoor que sorpresivamente lo embestía por la espalda. En el grupo de los gladiadores sobresalía la destreza y brutalidad de un hombre negro, calvo y con el físico similar al del bárbaro, este usaba un mazo con puntas a su alrededor.

Después de matar a los otros tres, el vocero vuelve hablar deteniendo la batalla. Felicita a los sobrevivientes y bajo los gritos de descontento del público comienza la segunda partida soltando a los tres Kogoor restantes. Pero algo cambió las condiciones, debido a que el Rey vio una insinuación de saludo entre Demetrio que se lucía en la arena frente a su hija, este ordena soltar a todos los Kogoor que quedan enardeciendo los ánimos de los espectadores.

Se abren todos los calabozos saliendo primero los tres Kogoor restantes, pero luego salen cuatro Kogoor machos, los cuales se diferencian por sus puntiagudos cachos que sobresalen de la cabeza. La mujer que estaba cerca de Silver se da cuenta de la culpabilidad de Demetrio, pero sólo se pone en guardia ante la estampida que se aproxima. Comienza la última batalla por la sobrevivencia y Silver se adelanta para saltar sobre un Kogoor sujetándose en sus cachos, para luego enterrar de lleno su afilada hacha atravesando la garganta. El hombre negro y calvo le sigue el paso y detiene a uno hembra sólo con sus brazos luciendo así su musculatura y fortaleza. El público loaba las destrezas de estos hombres y en la arena se formó una guerra particular entre estos dos. El resto de los gladiadores cumplía con lo suyo, pero con victimas que servían de alimento y los presos por su parte ya no existían en la arena. Demetrio mostró su destreza esperando a un Kogoor para en último momento pasar por debajo del animal y así cortar el estómago. La mujer rápidamente daba flechazos desestabilizando el correr de los animales, su sagaz puntería era prodigiosa que atinaba siempre en los ojos sorprendiendo así al resto de los luchadores.

Poco a poco caían los Kogoor, ya sólo quedaban dos machos y los gladiadores se habían despedido con una gran hazaña, sólo quedaba el hombre negro que competía contra la ferocidad del bárbaro, la mujer flechera y Demetrio. Estos dos últimos se quedaron mirando atónitos al ver como los dos hombres se precipitaban en el ataque para demostrar su supremacía. Silver vuelve a montarse en el macho y comienza a galopar sosteniéndose fuertemente en los cachos, para aprovechar la primera oportunidad y terminar con la carrera. Su contrincante sonríe al ver tal escena y se enfrenta sólo con la fuerza al animal, volviendo a detenerlo con sus brazos, pero ahora lo liquida doblándole el cuello fuertemente quebrando la espina dorsal del Kogoor. Al caer muerto el último macho víctima del hacha sangrienta de Silver, la gente se levanta de sus puestos aplaudiendo y loando la batalla entregada. La hija del Rey también se levanta y alegre aplaude ante los ojos de su padre. Demetrio jactándose de haber sobrevivido saluda al público con risas y besos, en cambio la mujer limpia su sable y camina a la entrada para salir de la arena. Por otra parte, la vista de los otros dos chocaba tratando de intimidarse entre ellos.

Mientras el alba se hacía presente en el cielo, los sobrevivientes se alimentan en el comedor de la realeza, habían sido invitados a un festín y esperaban la llegada del Rey. Silver junto a Demetrio brindan felices las ansiadas copas de vino mientras que el hombre negro comía desaforado. Ninguno de ellos se percata de la ausencia de la mujer y seguían en lo suyo. En eso llega el Rey acompañado de dos de sus guardias y todos en la mesa se levantan en honor a la eminencia, e incluso Silver que sólo lo hace para no causar problemas. Primero les felicita y les dice que han cumplido la primera etapa para recuperar su libertad, que ahora les queda un encargo y están automáticamente trabajando para él.

― Irán a la selva sombría y traerán de vuelta las perlas de ostias gigantes y la cabeza del jefe de la tribu nativa, porque con eso quedará demostrado que no deben emboscar a los misioneros de la ciudad de Rahma.- Dice el Rey.

También les dice que coman lo que quieran y tomen las armas que gusten y emprendan el viaje mañana al amanecer. Demetrio les da las gracias cortésmente y el Rey le interrumpe diciendo que no todo es lo que parece, que para traer la perlas tienen sólo cinco días de plazo y más demora que eso significará traición y serán buscados a muerte por todo el ejército de la ciudad.

Bajo esas amenazas debían emprender la búsqueda y mientras escuchan hablar, Silver le da un codazo a su compañero insinuándole que el guardia a la izquierda del Rey es el juguete sexual de su ex mujer.

― No crean que podrán escapar de mí tan fácilmente. -Siguen las amenazas. ― Para asegurarme de ello y asegurar la misión tendrán como compañía a mi mejor y fiel asesino personal Montoya.

Sorpresa y encanto llenaron los ojos de los hombres al ver entrar a la mujer flechera, que vestía un atuendo ajustado y mostraba la atrayente silueta femenina que perfectamente estaba moldeada por los Dioses. Todos atónitos miran la reluciente figura que con su seriedad les advertía que la más mínima insinuación a traición hacia el Rey, serían liquidados sin misericordia.

Con la misma expresión se van a descansar y así termina el día en la ciudad de Rahma, esta se oscurece para dar la bienvenida a un nuevo amanecer. Como todo ya estaba dicho, los hombres dormían satisfechos y complacidos, reuniendo así energías para mañana emprender la nueva aventura.

Continuará…


Autor: consciencia12

Imagen: wallpaperbetter.com