– Hola comadre, ¿Cómo está?
– ¡Aquí po! Encerrada igual que tú.
– Si oye, quizás cuanto tiempo estaremos así.
– Claro. No nos conviene salir, es mejor estar aquí no más.
– Obvio, prefiero estar así que sufriendo.
– Tenemos que aguantar no más.
– Así es. Oye ¿pero estás bien?
– Si, ya no tengo alucinaciones ni ideas delirantes. Estoy más calmada.
– ¿Ya no escuchas la voz?
– No, ya no escucho la voz ni veo a esas cosas.
– Que bueno comadre. Menos mal, yo tampoco escucho la voz. Pero si le hice caso.
– ¿Qué hiciste?
– Me hizo pelear con mi pareja.
– ¡¿Con la Luzmila?!
– Si. Me decía que me estaba cagando con otro hombre. Que no me merecía, que tenía que matarla porque estaba maldita, se ponía lágrimas de gato en los ojos.
– Que terrible.
– Así que antes de ayer en la noche discutimos y la apuñalé.
– Merecido lo tenía si te lo dijo la voz.
– Claro, por eso le pegué tres puñaladas y cuando me rogó que la perdonara la rocié con parafina y la quemé delante de esas cosas que se reían, ellas me ayudaron.
– Pero si se comen el alma de los condenados, por eso.
– Dicen que murió por quemársele las vías respiratorias y síndrome asfíctico. Pero yo no vi eso, mientras se quemaba esas cosas se la comían.
– A mí me pasó algo similar.
– ¿También les hiciste caso?
– Si. Fíjate que las veía todo el día. En el trabajo, en la casa, mientras cocinaba, almorzaba y jugaban hasta con mis hijos.
– Te siguieron harto.
– Y por mucho tiempo. Al principio pensé que eran muertos, después pensé que eran ángeles.
– No sé qué pueden ser.
– Quizás demonios. Por eso le conté a mi marido, pero no me creyó nunca. Fui al psicólogo, al psiquiatra y tampoco desaparecieron. Pasaba todo el día atormentada, deprimida y con mi corazón entumecido.
– Esas cosas poco a poco hacen pedazos nuestras almas comadre.
– Por eso no aguanté más, perdí contra mis demonios y cedí a la voz.
– ¿Qué te hizo hacer?
– Les disparé a mis hijos en la cabeza y luego prendí fuego a la casa. Mis lindos angelitos no sabían por qué su mamá se comportaba de esa manera. Nunca olvidaré los números; 3,5,7.
– ¿Qué significan?
– Las edades de mis hijos.
– Aaaah. Yo no olvidaré el 43.
– ¿La edad de tu ex?
– Si oye. Esos números quedaran en nosotras para siempre.
– Así es. Es lo único que amaremos en lo que nos queda de vida.
– Lo más increíble de todo esto. Fue que cuando la Luzmila se quemaba, yo me apuñalé cuatro veces para matarme, pero una de esas cosas me sanaba la herida, no podía salir sangre.
– No quieren que nosotros muramos. Yo después de asesinar a mis hijos y quemar la casa, me disparé en la cabeza, pero la bala no salió nunca. Pensé que el arma se había trabado, pero en realidad esa cosa tenía el arma sujetada.
– Que terrible. ¿Oye y te estas tomando las medicinas?
– Si todas, esas cosas blancas me obligan a hacerlo.
– A mí también.
– ¡Escucha!, están gritando 357. Debes ir por la pastilla.
– ¡Voy altiro! Jjajajajaja. Ahora está gritando paciente 43, tú eres la 43. ¡Vamos!
Autor: consciencia12
Imagen: lapatria.com